El gran libro de las flores de Bach

El gran libro de las flores de Bach

von: Evelina Guastalla

De Vecchi Ediciones, 2018

ISBN: 9781644615010 , 204 Seiten

Format: ePUB

Kopierschutz: DRM

Windows PC,Mac OSX für alle DRM-fähigen eReader Apple iPad, Android Tablet PC's Apple iPod touch, iPhone und Android Smartphones

Preis: 5,99 EUR

Mehr zum Inhalt

El gran libro de las flores de Bach


 

PRIMERA PARTE


NOTAS SOBRE LA VIDA DEL DOCTOR BACH

Nuestras almas nos guiarán

sólo si les prestamos atención,

en cualquier situación, ante cualquier dificultad;

y la mente y el cuerpo, así dirigidos,

avanzarán por la vida irradiando felicidad y salud,

libres de toda preocupación y responsabilidad,

como una muchachita confiada.

(E. BACH)

Las flores de Bach reciben su nombre de Edward Bach, nacido en Mosely (Inglaterra) el 24 de septiembre de 1886.

Con veinte años, y tras ciertas vicisitudes, se matriculó en la facultad de medicina. Una vez obtenida la licenciatura, en 1912, desarrolló su actividad en hospitales hasta 1930.

Trabajaba demasiado y con gran pasión, y en 1917 sufrió una hemorragia.

Fue operado de urgencia y se le diagnosticó un tumor. Le dieron tres meses de vida. Decidió entonces que emplearía todo el tiempo que le quedaba en el estudio, experimentando día y noche.

Así transcurrieron los tres meses y otros tantos más, durante los cuales mejoraron sus condiciones; cayó en la cuenta de que, probablemente, su gran pasión y sus intereses le habían salvado.

En 1919 ingresó en el hospital homeopático de Londres, donde estudió con entusiasmo homeopatía, fascinado por el hecho de que con remedios naturales se pudiese curar al enfermo en lugar de la enfermedad.

En 1929, pasó las vacaciones en Gales, su lugar de origen, donde intuyó que la auténtica razón por la que enferman las personas reside en el ánimo humano.

«Toda enfermedad», decía, «no es más que la manifestación física de un malestar, de un trastorno debido a una condición mental que altera el equilibrio del cuerpo.»

En aquella época se convenció del hecho de que, dado que en la naturaleza reina una armonía perfecta, seguramente sería posible hallar en ella los remedios necesarios para restablecer el equilibrio en todas las criaturas: de hecho, identificó seis flores dotadas de evidentes propiedades terapéuticas con las que creó sus primeros remedios.

De vuelta a Londres, decidió cerrar su consulta, ceder sus pacientes y el fruto de sus investigaciones a sus colegas y volver definitivamente a Gales.

Allí, en el silencio armonioso de la naturaleza y utilizando el espacio de la meditación y el conocimiento interior, desarrolló aún más su gran sensibilidad, todo lo cual le permitió percibir las vibraciones y las propiedades curativas de las flores.

Las herramientas fundamentales de su investigación no fueron alambiques, tubos de ensayo e instrumental de laboratorio, sino simplemente la intuición.

De este modo, cogiendo las flores con la mano o apoyándolas sobre la lengua, halló otras seis flores que, junto a las seis primeras, formaron una docena, a las que les añadieron posteriormente otras veintiséis, hasta componer los treinta y ocho remedios naturales que se encuentran en la base de la floriterapia.

Durante el verano de 1930, escribió el libro Cúrate a ti mismo, en el que explicaba cómo la enfermedad corporal puede derivarse de un estado de ánimo negativo, que acaba interfiriendo en el equilibrio de la personalidad.

Unas semanas antes, había dicho a sus colaboradores: «Mi obra ha acabado, y con ella mi misión sobre la tierra».

LAS FLORES DE BACH, UN MÉTODO HOLÍSTICO DE AUTOCURACIÓN

La enfermedad no es una crueldad en sí misma

ni mucho menos un castigo,

sino única y exclusivamente un correctivo,

un instrumento del que se sirve nuestra alma

para indicarnos nuestros errores,

para impedir que cometamos otros aún más graves,

para evitar que provoquemos sombras

y para devolvernos a la senda de la verdad y la luz,

de la que nunca deberíamos habernos alejado.

(E. BACH)

Alguna vez en nuestra vida habremos sentido cómo desde múltiples instancias se nos conmina a profundizar en la conciencia de nosotros mismos, en esa interioridad a la que se accede a través de una comunicación silenciosa con nuestra propia alma.

Los maestros espirituales parecen coincidir en esta verdad tan difícil de comprender y de aceptar por la mayoría de los occidentales.

Y aun así, si fuéramos más conscientes de que cada uno de nosotros está hecho en la misma medida de psique y de cuerpo (soma), la búsqueda de la armonía interior resultaría mucho más fácil.

De hecho, el estado de ánimo negativo es una de las causas más frecuentes de malestar; no es casual que una misma persona enferme de manera recurrente, dado que la medicina moderna parece concentrarse antes en los síntomas que en las causas de los trastornos.

No queremos decir con esto que la medicina oficial sea inútil; todo lo contrario: basta con pensar en los pasos de gigante que ha dado en el último siglo en la curación de enfermedades que afligían al hombre. Pero, bien pensado, tal vez por ello ha llegado la hora de interesarnos también por nuestra parte espiritual. No es muy lógico pensar únicamente en el cuerpo, como tampoco lo sería hacerlo sólo en el espíritu. Ya lo decían los latinos: mens sana in corpore sano.

Es oportuno reflexionar sobre el hecho de que, si se afronta el problema de salud no sólo desde una perspectiva funcional, sino aplicando una óptica más completa (holística, justamente), se puede obtener un mayor equilibrio y mantenerlo en el tiempo.

Por otro lado, la mayoría de los médicos están de acuerdo en definir ciertas enfermedades como psicosomáticas, liquidando así, con una definición tan genérica como simple, algo mucho más complejo y delicado.

Si lo pensamos bien, no debe de ser una casualidad que en este siglo sean cada vez más frecuentes los psicólogos y las corrientes de «curación del alma», puesto que, como decíamos antes, una vez curado el físico y garantizadas unas condiciones de vida satisfactorias, uno siente la necesidad de ocuparse de su propia alma.

Hasta el punto de que los psicólogos proliferan allí donde las condiciones de vida son más benignas, es decir, en los países industrializados que, perdidas sus raíces, la naturaleza y el contacto con la Madre Tierra y sus ritmos naturales, empiezan a sentir con fuerza el dolor de vivir: esa inefable sensación de inadecuación que no es más que el síntoma de un malestar espiritual, con frecuencia profundo; un no sentirse bien en la propia piel, culpables, fuera de lugar, sin norte ni auténticos objetivos.

Las verdaderas enfermedades que nos afligen son, en este sentido, el orgullo, la ambición, la arrogancia, la vanidad, la intolerancia, la inestabilidad, el miedo y el egoísmo. Cada uno de estos defectos, por su persistencia y a falta de una auténtica conciencia, termina creando malestar, conflictos y desequilibrios en nuestro yo superior y, en última instancia, se transforma en un achaque de tipo físico.

El achaque físico se convierte, pues, no sólo en el signo de un desequilibrio más o menos profundo, sino en el síntoma de una imposibilidad de comunicación entre las dos partes de nuestro cuerpo. Una especie de grito de alarma: «Si seguimos así, yo ya no puedo más. Escucha... Observa... ¡Busca la armonía!».

En unas condiciones semejantes, los órganos no resultan afectados por azar, sino que reflejan la relación que se interpone con el malestar espiritual que padecemos.

Reequilibrando nuestra personalidad, seremos capaces de atenuar o incluso eliminar los malestares físicos, y podremos así empezar nuestro proceso de curación más profundo y verdadero: el que afecta al alma.

El sistema establecido por el doctor Bach tiene el poder de devolver el equilibrio utilizando un método muy sencillo y, por lo tanto, al alcance de todos.

Mediante el uso de sus treinta y ocho remedios y la identificación de los distintos estados de ánimo, se obtienen resultados de extraordinaria eficacia.

Para lograrlo, debemos aprender a reconocer honestamente lo que en nosotros no nos pertenece y a relacionarlo con el valor terapéutico de los remedios.

Hay que confiar en la ayuda de las flores, ya que así acrecentaremos su eficacia, ser constantes y no tener prisa: un estado mental negativo puede disminuir el poder de los remedios. Sobre todo, debemos librarnos a nuestro guía interior, que lo sabe todo y nunca se equivoca. Basta sólo con que estemos dispuestos a escucharlo, evitando que se interponga nuestra mente. Pero de este tema hablaremos de nuevo más adelante.

CÓMO ACTÚAN LOS REMEDIOS FLORALES

No te dejes inducir a error

por la simplicidad de este método,

porque cuanto más avances en la búsqueda,

más consciente serás

de la simplicidad de todo lo creado.

(E. BACH)

El método se basa en el uso de treinta y ocho remedios naturales, derivados de las flores, que inciden sobre las vibraciones energéticas más sutiles del hombre.

Con la asimilación de los remedios, que carecen de efectos secundarios y no interfieren con los medicamentos, se obtiene una mayor resistencia a los trastornos físicos, así como una mayor...